Lo escribí en mi space hace unos meses, cuando me acordé de él, hoy, lo vuelvo a refrescar, porque hace unos días, te volví a soñar...
A veces, me acuerdo de ti. Lo hago a veces, unas sin querer, y otras a escondidas, para que tú no te enteres. Lo hago cuando las nubes están bajas, y cuando la lluvia hace que alguna gota caiga sobre mí, igual que cae sobre las flores o la hierba. Lo hago también cuando el cierzo roza mi cara al pasear por el Puente. Y lo hago cuando el sol de la mañana, hace que cierre los ojos.
En esos momentos pienso en tí. Pienso en que nunca hubo final, igual que no hubo principio.
Suelen ser tonterías. Por ejemplo, pienso en que canción estarás escuchando en ese momento en la radio. Pienso que habrás comido hoy, si has tomado o no café, o si te has reído con algún chiste nuevo.
Pienso también en que camiseta te habrás puesto, o si has pasado frío esta mañana, o calor en la tarde.
Recuerdo mientras pienso, en cuál era tu olor preferido, tu película o tu libro de cabecera.
Pienso que harás en ese preciso momento, o si también has sentido como yo un escalofrío al pasar por algún rincón de la ciudad que te recuerde a mí recuerdo.
Porque eso somos, recuerdos.
Yo para tí seré un mal recuerdo, uno de esos amores que no se pueden contar porque sin querer hacen daño. Y lo que no sabes, es que más daño me hace a mí recordar tu vacío.
Yo seré ese sueño del que nunca querías despertar, y del que yo te empuje una mañana de tu cama.
Soy ese dolor en el corazón al pronunciar una mala palabra hacía ti.
Soy el puñal que desgarra un alma enamorada al dar por terminado algo, sin dejar siquiera que comenzará.
Y yo mientras tanto, pienso. Me quiero olvidar, pero no puedo, de que te deje marchar. De que nunca me dí cuenta de que te perdía, y mucho menos, de que te quería.
El tiempo no da segundas oportunidades. Tu vacío se lleno con otra, y yo espero, sentada, a que tu recuerdo me abandoné. Sé que no te quiero, pero a veces, echo de menos lo que pudo haber sido. Es lo más fácil. Cuando el corazón nos duele, echamos de menos, lo que pudimos tener. Y todo por callar demasiado, o por no hablar, o por hablar más de la cuenta.
Y el problema, es que, mientras recordamos, olvidamos, y pensamos, nuestro corazón se cierra. No abre las puertas que se encuentra. Se cierra. Y tapas las ventanas para no volver a sentir ni frío ni calor. Nos encarcelamos en la noche para no tener que ver con los rayos del sol, que nadie nos quiere, porque nosotros, no somos capaces de querer.
Por eso, a veces, me acuerdo de ti. De nadie en concreto. De nada. Sólo de ti.
En esos momentos pienso en tí. Pienso en que nunca hubo final, igual que no hubo principio.
Suelen ser tonterías. Por ejemplo, pienso en que canción estarás escuchando en ese momento en la radio. Pienso que habrás comido hoy, si has tomado o no café, o si te has reído con algún chiste nuevo.
Pienso también en que camiseta te habrás puesto, o si has pasado frío esta mañana, o calor en la tarde.
Recuerdo mientras pienso, en cuál era tu olor preferido, tu película o tu libro de cabecera.
Pienso que harás en ese preciso momento, o si también has sentido como yo un escalofrío al pasar por algún rincón de la ciudad que te recuerde a mí recuerdo.
Porque eso somos, recuerdos.
Yo para tí seré un mal recuerdo, uno de esos amores que no se pueden contar porque sin querer hacen daño. Y lo que no sabes, es que más daño me hace a mí recordar tu vacío.
Yo seré ese sueño del que nunca querías despertar, y del que yo te empuje una mañana de tu cama.
Soy ese dolor en el corazón al pronunciar una mala palabra hacía ti.
Soy el puñal que desgarra un alma enamorada al dar por terminado algo, sin dejar siquiera que comenzará.
Y yo mientras tanto, pienso. Me quiero olvidar, pero no puedo, de que te deje marchar. De que nunca me dí cuenta de que te perdía, y mucho menos, de que te quería.
El tiempo no da segundas oportunidades. Tu vacío se lleno con otra, y yo espero, sentada, a que tu recuerdo me abandoné. Sé que no te quiero, pero a veces, echo de menos lo que pudo haber sido. Es lo más fácil. Cuando el corazón nos duele, echamos de menos, lo que pudimos tener. Y todo por callar demasiado, o por no hablar, o por hablar más de la cuenta.
Y el problema, es que, mientras recordamos, olvidamos, y pensamos, nuestro corazón se cierra. No abre las puertas que se encuentra. Se cierra. Y tapas las ventanas para no volver a sentir ni frío ni calor. Nos encarcelamos en la noche para no tener que ver con los rayos del sol, que nadie nos quiere, porque nosotros, no somos capaces de querer.
Por eso, a veces, me acuerdo de ti. De nadie en concreto. De nada. Sólo de ti.
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