lunes, 26 de septiembre de 2011

Golpeó la pared hasta quedarse casi sin uñas. Puertas cerradas. No hay salida. Paraísos perdidos. Estaba bloqueada. No podía correr ni escapar. Desconocía lo que pasaba. Se ahogaba y andaba a oscuras.
Ni una lágrima derramó. Porque ni eso merecías. Pero mentía cuando a veces explicaba que le daba igual. No era así. Y el corazón rocoso, temblaba. Era escasas veces. Pero lo hacia. Tal vez para que ella recordara que existía. Si ella estuviera, la abrazaría. Y los problemas, los miedos correrían a esconderse en aquel lugar del que no habia salida. Ella mientras, solo luchaba por seguir en pie.

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jueves, 22 de septiembre de 2011

No entendía nada.
Las hojas no se marchitaban, pero se caían del árbol. El sol brillaba con fuerza aunque fuera otoño. Los corazones sudaban por las altas temperaturas y de noche temblaban con más fuerza que nunca.
No entendía nada.
Y su corazón débil se entregaba con fiereza para recibir después golpes inacabados.
No había estrellas en el cielo, nadie alrededor, y el vacío giraba como una gran noria.
Quería gritar y no le salían más que susurros.
No entendía nada.
Y necesitaba cada vez más, que alguien la sujetara por el brazo y le dijera que nada malo pasaría. Que todo saldría bien. Lo repetía en voz alta como si fuese un cuento cada vez que se despertaba en plena noche.
No entendía nada.
Todo en lo que había creído se caía como unos naipes usados por el tiempo. Todos en los que creía se acababan rindiendo, desaparecían o huían. Y aquello que le daba miedo se colocaba en su garganta.
No entendía nada.
Todo el tiempo invertido se diluía como la pintura contra la pared. Los desconocidos la paraban por la calle, y no conocía a nadie en las fotografías de la pared. Sin presente. Sin pasado. Sin futuro. Y con un montón de recuerdos que hablan de ti.
No entendía nada.
No se creía mejor que nadie, o mejor que ella. Pero tampoco peor. Y no entendía que no la hubieses querido, que la hubieses engañado, que la utilizarás y que la engañarás. No entendía nada. Y tampoco sabía si lo quería entender.

martes, 20 de septiembre de 2011

Te quiero, un poco.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Juguemos a decir la verdad...
De acuerdo.
¿Me quieres?
Si te digo que sí mentiré, si te digo que no te haré daño...

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Cuando creía saber lo que quería decir y como, olvidaba el donde. Cuando sabía como decírtelo, olvidaba el qué y recordaba el sitio. Y cuando olvidaba el como y que, le venía a la cabeza un lugar.
Pero los sueños rotos le pesaban más que las vajillas que nunca rompería. Aunque lo que más le pesaba, lo que le ahogaba al caminar eran las decepciones. A veces se olvidaba de no esperar nada. El problema lo tiene la esperanza, que era junto a la fuerza, lo que durante años la habia sacado adelante.
Y ahí estaba otra vez. Sintiéndose sola y cantándole a la luna serenatas de balcón.
Las traiciones le pesaban, pero más, que la gente fuera egoísta. Que se apoyarán en su hombro para llorar, y cuando llegaba el momento de sonreír lo hicieran para otro lado. Ella solo esperaba ya que alguien llegara y le diera un beso. Que la abrazara y le dijera te quiero; pero que esta vez fuese de verdad, o que al menos durara más que una mala resaca.
Se quedó quieta, recordando un beso. El problema, era que seguía allí. Quieta. Suspendida no sabia si en el vacío o en el aire...

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domingo, 4 de septiembre de 2011

Tomó la taza y la dejó sobre la mesa.
Fuera soplaba el viento, que intentaba dar una pequeña tregua al intenso calor de los últimos días.
Se sentía atrapada y paralizada, y así no podía seguir.
Quería tejer una red tan fuerte que nada ni nadie la rompiera. Y no se atrevía a decirle que si no lo acababa de querer era porque lo quería, y porque le daba un miedo atroz que pudiera hacerle daño.
Quería decirle que no debía quererla porque siempre dejaba el bote del champú abierto. Porque acaba comiendo más de una vez cosas caducadas. Porque no le gustaba la sopa, y eso que alguna vez le había recordado el mar. Porque una vez soñó que bailaba tanto que se agotaba, y otra vez que caía con un coche al agua y no recordaba si lograba salir fuera o no. No quería que la quisiera porque siempre se dejaba algo en el vaso, nunca lo apuraba. Y porque le gustaba el agua fría aún en invierno. Y porque siempre sonreía, incluso aunque por dentro estuviera revuelta. Y aguantaba los llantos, hasta que una imagen tonta o una canción le hacían derramar alguna lágrima. Y no quería decirle que con él todo era más fácil. Y que el día que no lo veía era más triste. Y no quería decírle todo esto, porque tal vez, en lugar de ser los motivos para no quererla, tal vez, fuesen para quererla.
Cogió la carta y la rompió en pedazos.
Tal vez saliese a dar un paseo.
Aunque fuera noche cerrada.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Con la vida...



en los talones.