jueves, 29 de noviembre de 2012

Hay corazones que no aguantan la tormenta

Hay corazones que no aguantan esta tormenta.
Este sin sentido que nos devora, y estos tiempos grises que nos envuelven.  Él es uno de ellos.  Decidió que no soportaba seguir aquí.  En este vaivén.  En la batalla.   Y ninguno comprendemos por qué, pero apuesto, a que fue por algo noble.
Nos quedamos huérfanos.  De risas.  De sonrisas.  De héroes.  De anónimos.
Seguimos aquí, pero hay corazones más débiles, que no soportan las heridas aunque no sean las suyas.  Que les escuecen las cicatrices aunque estén cerradas.  Que se pierden por el camino como si fuese un día de niebla.
Y el corazón se nos queda tiritando.  Un poco más vacío.  Con una nueva herida y una nueva roca.  Se hace más duro y a la vez más vulnerable.  Y solo soñamos que algún día toda esta locura acabe, y nadie pase hambre, ni llore por las noche ni muera porque se va a quedar en la calle.  Ojala esta guerra terminé.  Ojala seámos de nuevo libres, para elegir, para decidir, para vivir.  Son tiempos de lucha, y hay corazones, que no resisten la batalla por más tiempo.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Libreta

Le regalaron una libreta y dedicaba los días a escribir historias.  Escribía sobre sueños rotos, inalcanzables o usados.  Sobre chicas que querían a caballeros andantes.  Sobre lobos solitarios que esperaban en las barras de los bares.  Sobre payasos que lloraban y que habían olvidado reír.
Escribía sobre canciones pasadas de moda.  Sobre tiempos en los que el hambre era la protagonista en la mesa.  Sobre miedos y soledades.  Sobre valientes que luchaban en las sombras.
Escribía sobre amores imposibles.  Sobre corazones rotos y sobre besos eternos.  Sobre chicos que bailaban bajo la luz de la luna.  Sobre cartas de amor.
Escribía sobre cuentos interminables.  Sobre historias terminadas.  Sobre sentimientos vacíos y aletargados.  Sobre mariposas suicidas.  Sobre amores olvidados.
Escribía sobre las olas, el mar encrespado, las gotas de lluvia y la luz de la luna.  Sobre verdades a medias y mentiras encontradas.  Sobre tangos inacabados y pasodobles enfrentados.
Escribía sobre temores prohibidos y valores incendiados.  Sobre carreras a otros planetas.  Sobre estrellas que caían del cielo.
Escribía sobre corazones partíos.  Sobre abrazos invencibles.  Sobre deseos prohibidos.  Sobre luchas ensangrentadas, miradas a medias, y caricias reencontradas.
Escribía al dictado de su corazón.  Y nunca se le acababan las fuerzas, ni las palabras...

martes, 13 de noviembre de 2012

La decepción


Hay sentimientos que duelen como heridas.
Uno es el vacío.  El llegar a casa y que no haya nadie.  El mirar a otro lado y que no estés ahí.
Otro es el miedo.  Esa sensación que se coloca en la garganta y que te nubla la vista, te borra la voz y aturulla el cerebro.
También está la desolación. Saber, pensar, o creer que nada volverá a ser como antes, y que los buenos tiempos se han esfumado.
La desesperanza.  
Y la decepción.  La decepción es un dolor profundo, agónico, hiriente.  Se atrinchera en casa, como si bajará las persianas, cerrará las puertas y se metiera bajo la manta.  La decepción es un látigo que te golpea a ratitos.  Crees que nada te importa. Que todo resbala por la coraza que te has construido... sin embargo, la decepción sigue ahí.  Se te cuela en la mirada y lo nubla todo.  Te quedas esperando que alguien venga y te la arrebate, pero no sucede.  Y pueden pasar los días sin que notes los efectos, hasta que de pronto un peso se instala en el estómago.  Está ahí, agazapada, esperando para devorarte por dentro.  Tumba muros, rompe sueños, atrapa suspiros, y pisotea el amor.  Intentas perdonar, si es que hay algo que perdonar.  A ratos te culpas, como si el dolor que sientes fuera culpa tuya.  A ratos estudias los movimientos y analizas en qué fallaste.  Porque siempre, como siempre, la culpable eres tú y sólo tú.  Tu presente es culpa de tu pasado y tu pasado frena tu futuro.  Y ahí sigues, esperando. Contando días. Quitando hojas del calendario.  Con ése peso, con lo que hace unos meses fueron mariposas deslizándose arriba y abajo por tu interior, por tu vientre, y ahora lo único que quieres es vomitarlas.  Disecarlas. Pincharlas. Eliminarlas.
A veces querrías desatar la ira.  Por que sabes que no todo es culpa tuya. No al menos esta vez.  Y aunque no puedas evitar de vez en cuando pensarlo, sabes, que es cierto. Que no has podido hacer más, y que estás cansada de ser utilizada, porque no te lo mereces.  No.  Y es una de las pocas cosas, que al menos, en parte, tienes claras en la vida.

martes, 6 de noviembre de 2012

Casi tantas

No entiende nada.  O más bien, entiende poco.
Cada día el cielo es más oscuro.
Y cuando la miró con los ojos llenos de lágrimas y palabras atrapadas en la boca, no supo que decirle.
No sabía que contestar.
Por qué en los últimos tiempos siempre sufrían los buenos.  Y los malos campaban a sus anchas.
El dolor se hace protagonista.  Y el miedo les atenaza.
Quiere que otra vez sea esa época en la que salías a la calle cantando, bailando con la mirada.
Esos días en que la competición se basaba en ver quién gritaba más fuerte al reír.
Se suele preguntar por qué es así, por qué ellos y no otros.  Se lo ha preguntado muchas veces.
Casi tantas, como ha buscado excusas para no repartir besos.  Casi tantas, como sueños ha guardado bajo la almohada.  Casi tantas, como cartas sin remitente o sin destino.  Casi tantas, como llamadas apagadas de madrugada.  Casi tantas, como te quieros tejidos en su cama.  Casi tantas, como espaldas que callan declaraciones de amor.  Casi tantas, como las veces que habría corrido tras de ti, si una sola vez, te hubieras girado al marchar.  Casi tantas.  O tantas casi.