martes, 13 de noviembre de 2012

La decepción


Hay sentimientos que duelen como heridas.
Uno es el vacío.  El llegar a casa y que no haya nadie.  El mirar a otro lado y que no estés ahí.
Otro es el miedo.  Esa sensación que se coloca en la garganta y que te nubla la vista, te borra la voz y aturulla el cerebro.
También está la desolación. Saber, pensar, o creer que nada volverá a ser como antes, y que los buenos tiempos se han esfumado.
La desesperanza.  
Y la decepción.  La decepción es un dolor profundo, agónico, hiriente.  Se atrinchera en casa, como si bajará las persianas, cerrará las puertas y se metiera bajo la manta.  La decepción es un látigo que te golpea a ratitos.  Crees que nada te importa. Que todo resbala por la coraza que te has construido... sin embargo, la decepción sigue ahí.  Se te cuela en la mirada y lo nubla todo.  Te quedas esperando que alguien venga y te la arrebate, pero no sucede.  Y pueden pasar los días sin que notes los efectos, hasta que de pronto un peso se instala en el estómago.  Está ahí, agazapada, esperando para devorarte por dentro.  Tumba muros, rompe sueños, atrapa suspiros, y pisotea el amor.  Intentas perdonar, si es que hay algo que perdonar.  A ratos te culpas, como si el dolor que sientes fuera culpa tuya.  A ratos estudias los movimientos y analizas en qué fallaste.  Porque siempre, como siempre, la culpable eres tú y sólo tú.  Tu presente es culpa de tu pasado y tu pasado frena tu futuro.  Y ahí sigues, esperando. Contando días. Quitando hojas del calendario.  Con ése peso, con lo que hace unos meses fueron mariposas deslizándose arriba y abajo por tu interior, por tu vientre, y ahora lo único que quieres es vomitarlas.  Disecarlas. Pincharlas. Eliminarlas.
A veces querrías desatar la ira.  Por que sabes que no todo es culpa tuya. No al menos esta vez.  Y aunque no puedas evitar de vez en cuando pensarlo, sabes, que es cierto. Que no has podido hacer más, y que estás cansada de ser utilizada, porque no te lo mereces.  No.  Y es una de las pocas cosas, que al menos, en parte, tienes claras en la vida.

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