lunes, 31 de mayo de 2010

Días cuesta arriba... (y cosas que suenan en la radio)

Tantas cosas que no sé de tí.
Un conjunto de manías.
Un obstáculo en el alma, que me hace imaginarme sin perder la calma.
Una incógnita perfecta, sin dibujos ni palabras.
Un principio de ironía.
Tenerte aquí. Tan cerca. Como un cubo de secretos. Como quien abre una puerta.
Y saber que cada paso, será un paso a tumba abierta.
Cuánto tiempo para ser amigos.
Cuántas cosas que llevarme al viaje contigo.
Un principio de alegría, explosiones controladas.
Un pulso al nuevo día en una vida desgastada.
Pereza y tristeza, convertida en esperanza.
Sin saber lo que sabrás de mí, sin saber si volveré a caer, si volveré al suelo.
Un principio de energía, y jugarséla en un trago.
Lo que digo.
Lo que hago.
Rara vez van de la mano.

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Y lo único que me queda es la pena, el aire, no quedan razones para poder darte, no queda nadie, me queda tu puerta, cuando nada me queda. Sola en la calle. Me queda una cosa, y algunos males. Tu luz, espera encendida al final de la calle.
Lo siento. Lo siento. Cada vez que regreso, cada vez que te pienso, no te merezco. Eres lo último que quiero olvidar.
También me queda tu nombre, tu sombra, me quedan las obras, lo que hice, los restos pérdidos de una vida rota. Me quedo por verte, aunque no sea mi hora, aún me queda un pedazo de ti, una lágrima que siempre brota. El silencio que no calla, tú foto que no habla, y lo tenía todo, y ahora ya no tengo nada. Lo siento

sábado, 29 de mayo de 2010

La Rebe in the city (demasiado)


No seguía deshojando margaritas, porque no creía en los astros. O sí. Pero a veces las chispas se apagaban. Otras se encendían.
Y la Rebe in the city, quiso huir. Subir a cualquier tren que la llevará lejos. A un lugar con playa. O con montañas. O con cielos encapotados.
Un lugar donde las incertidumbres se cayerán sobre los pies cansados de caminar. Quiso saltar al precipicio, pero no había ninguna mano para agarrarse durante la caída.
Se dio cuenta de que estaba mu loca. Pero tan sólo las personas que lo están pueden sobrevivir a las mañanas pérdidas. Cuando el sol se clava en las miradas. Cuando el olor se evapora entre las hojas de los árboles.
No supo muy bien donde iría. Pero quiso hacer una maleta muy pequeña donde tan sólo entrará una docena de libros y un pañuelo de colores.
Dejó sonar la canción del disco. La volvió a poner una vez más.
Bailó como si la vida acabará en aquel mismo instante. Cómo si su presencia estuviera aún agarrada entre sus manos.
Pero, ¿y si se caía? Suspiró. Y tal vez, saltó. O tal vez, siguió deshojando margaritas. Escribiendo capítulos de series sin sentido. Y exclamando pensamientos agarrotados.
Te regalo el mundo, para ti solito...

jueves, 20 de mayo de 2010

La Rebe in the City (más)


La Rebe in the city se preguntaba si debajo de todo el agua del mar, había una tubería.
O seguía pensando, si al llevar un anillo de concha, llevaba el mar encima.
A veces le gustaba preguntarse si la mancha que había en el suelo del salón se había formado sola en protesta de la programación televisiva.
Soñaba con niños corriendo en pasillos inacabables. Sin fín.
Aspiraba a ascender cimas hoy inalcanzables.
Su objetivo de futuro era ser cabaretera. Por ello, ensayaba todos los días en la barra de la cocina.
De mañana, ponía la música a todo volumen. Le gustaba despertarse así.
Le encantaba acostarse acurrucada al otro lado, a su lado.
No se había disfrazado la última vez, y eso le apenaba.
Tenía en mente la fabricación de una capa, pero acabaría comprándola en algún catálogo internauta.
Le gustaría tener un perro, pero no lo podría sacar. Le gustaría tener un canario, pero seguro, que moría axfisiado por el calor o por el frío en la terraza.
A veces le gustaría que la quisieras. Pero a veces. Porque ni ella misma, sabía bien si lo quería.
Los corazones son como las almohadas donde se suelen clavar las agujas de coser. Suelen tener marcas. Agujas clavadas. Y otras pendientes de clavar. Otras se caen. Pero ya no sale sangre. No hay. O no queda. O se ha secado.
Ella tenía mucha sangre. Pero también miles de miedos. O no. No había miles de miedos. Había pocos. Pero debían de ser grandes.
A la Rebe le encantaba bailar. Y llevar tacones altos, aunque sólo fuera para que tú los vieras.
Se había sentido Princesa. Ahora ya no sabía muy bien lo que era.
Le gustaba andar con los pies en el suelo. Pegada a la tierra. Pero casi siempre, sin quererlo, acababa en las nubes.
Y aunque todo era distinto, a veces las cosas parecía que no cambiaban. Y otras veces, cambiaban tanto, que no recordábamos como eran antes.
Tenía tantas cosas que decir, que se le olvidaban.
Tenía tantas cosas que olvidar, que no las recordaba.
Tenía tantos recuerdos, que seguía viviendo para tener muchos más.
Viajaba a veces con la mente. Se veía en lugares, en escenarios, que nunca conocería. O que tal vez había conocido ya en otros tiempos. En otra vida.
Calzaba orgullosa unas zapatillas que ella misma hacía. Y con cualquier cosa, cuando menos lo esperaba, ese día, se comía el mundo.
Tenía una Luna que siempre le recordaba que usaba la misma colonia.
Y a ella, le gustaba su olor.
Reía sin parar, incluso cuando las cosas iban mal. Y cuando estaba cansada, le cansaba hasta soñar. Murmuraba sin parar cosas que nunca diría despierta cuando estaba dormida, y esto suponía, que a veces, despertaba afónica, sin voz.
Pensaba en todas estas cosas La Rebe, cuando se dio cuenta de una cosa. Cuando eres feliz, los textos que escribes, ya, no son tan bonitos.

jueves, 6 de mayo de 2010

Yo otra vez

- Hola. Soy yo otra vez.
- Hacía tiempo que no me hablabas. Pensaba que me habrías olvidado.
- Sabes que no.
- Lo sé.
- Te sigo echando de menos.
---- sonríe
- Y creo que además, no se me pasará nunca.
- Es normal. Yo no me marcharé nunca. Sé que ahora eres feliz.
- Lo soy. Mucho. Aunque no me entienda, aunque me pierda...
- No estás perdida. Estás más viva que nunca.
- Pero vivir duele.
- No hay remedio. Debe ser así.
- ¿No hay pegamento para el corazón?
- Los corazones se rompen porque están vivos, porque son uno... o porque a veces, deben partirse para recordarnos que los tenemos.
- Si estuvieras aquí sería distinto.
- Sería como fue siempre. Y ahora eres más feliz.
- Pero contigo era mejor persona. O lo debería haber sido.
- No. Tú siempre has sido así. Eres especial. Y lo sabes.
- Te echo de menos.
- Y yo.

Deudas

Debo unas cuántas entradas a este blog.
Debo un par de capítulos de la Rebe in the city.
Te debo una mirada que haga que te derritas.
Debo alguna sonrisa, pese a que sonríe casi de continúo.
Debo un gracias a todos esos que dicen que estoy muy guapa.
Debo un beso a los que dicen que estoy enamorada.
Miradas.
Debo un viaje para jugar sin parar.
Debo un billete sacado por internet.
Debo plantar una lampedosis, y unos tulipanes nuevos.
Debo estrenar una fondué.
Debo una cena, una visita a un niño pequeño y un par de achuchones a unos grandes.
Debo volver a construir sueños.
Debo bailar hasta el amanecer.
Debo una pieza sobre un proyecto de ley que no conozco.
Debo una visita a Ibercaja para domiciliar mi alquiler.
Debo reconocer que me haces falta.
Debo decirle a los que quiero, que les quiero.
Debo aprender a decir que no.
Debo dejar de quererte.
Debo querer.
Debo un par de lágrimas que no consigo que salgan.
Debo romper unas cuántas barreras que me aprisonan sin querer.
Debo unas entradas para Sabina, y comprar otras para Alejandro Sanz.
Debo el dinero de una peña.
Y debo grabar una cinta que no sea Xuxa o Puturrú.
Debo unas cuantas pelis a la SGAE.
Debo regalar un par de cuentos, y escribir unos poemas.
Debo montones de cosas, y me debo a mí misma, el tiempo para hacerlas.