jueves, 20 de mayo de 2010

La Rebe in the City (más)


La Rebe in the city se preguntaba si debajo de todo el agua del mar, había una tubería.
O seguía pensando, si al llevar un anillo de concha, llevaba el mar encima.
A veces le gustaba preguntarse si la mancha que había en el suelo del salón se había formado sola en protesta de la programación televisiva.
Soñaba con niños corriendo en pasillos inacabables. Sin fín.
Aspiraba a ascender cimas hoy inalcanzables.
Su objetivo de futuro era ser cabaretera. Por ello, ensayaba todos los días en la barra de la cocina.
De mañana, ponía la música a todo volumen. Le gustaba despertarse así.
Le encantaba acostarse acurrucada al otro lado, a su lado.
No se había disfrazado la última vez, y eso le apenaba.
Tenía en mente la fabricación de una capa, pero acabaría comprándola en algún catálogo internauta.
Le gustaría tener un perro, pero no lo podría sacar. Le gustaría tener un canario, pero seguro, que moría axfisiado por el calor o por el frío en la terraza.
A veces le gustaría que la quisieras. Pero a veces. Porque ni ella misma, sabía bien si lo quería.
Los corazones son como las almohadas donde se suelen clavar las agujas de coser. Suelen tener marcas. Agujas clavadas. Y otras pendientes de clavar. Otras se caen. Pero ya no sale sangre. No hay. O no queda. O se ha secado.
Ella tenía mucha sangre. Pero también miles de miedos. O no. No había miles de miedos. Había pocos. Pero debían de ser grandes.
A la Rebe le encantaba bailar. Y llevar tacones altos, aunque sólo fuera para que tú los vieras.
Se había sentido Princesa. Ahora ya no sabía muy bien lo que era.
Le gustaba andar con los pies en el suelo. Pegada a la tierra. Pero casi siempre, sin quererlo, acababa en las nubes.
Y aunque todo era distinto, a veces las cosas parecía que no cambiaban. Y otras veces, cambiaban tanto, que no recordábamos como eran antes.
Tenía tantas cosas que decir, que se le olvidaban.
Tenía tantas cosas que olvidar, que no las recordaba.
Tenía tantos recuerdos, que seguía viviendo para tener muchos más.
Viajaba a veces con la mente. Se veía en lugares, en escenarios, que nunca conocería. O que tal vez había conocido ya en otros tiempos. En otra vida.
Calzaba orgullosa unas zapatillas que ella misma hacía. Y con cualquier cosa, cuando menos lo esperaba, ese día, se comía el mundo.
Tenía una Luna que siempre le recordaba que usaba la misma colonia.
Y a ella, le gustaba su olor.
Reía sin parar, incluso cuando las cosas iban mal. Y cuando estaba cansada, le cansaba hasta soñar. Murmuraba sin parar cosas que nunca diría despierta cuando estaba dormida, y esto suponía, que a veces, despertaba afónica, sin voz.
Pensaba en todas estas cosas La Rebe, cuando se dio cuenta de una cosa. Cuando eres feliz, los textos que escribes, ya, no son tan bonitos.

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