jueves, 26 de febrero de 2009

Perfectamente imperfecta

Me decía un amigo que hace años fue algo más, que en cuanto se enamoró de mí supo que nunca llegaríamos a nada. Dice que lo sabía. Y que también sabía que siempre seguiríamos llamándonos por teléfono aunque ya cada vez lo hagamos menos.
Dice que supo que sería así porque no conoce a nadie que tenga más miedo que yo. Necesito ser siempre perfecta, controlar las situaciones, y en cuánto no lo hago, me pierdo. Soy exigente conmigo misma al máximo, y me doy tanto a los demás que acabo exprimida.
En el Quien te tienta a las nueve treinta, del que ya me declaro absolutamente fan y el cual comento minutos después siempre en una rápida llamada por teléfono, la presentadora dijo el otro día a la chica tentada que no dijera que sí por darle una oportunidad a él, sino por dársela a ella misma, y tenía razón.
Perdonarnos a nosotros mismos. Darnos una oportunidad. Parar. Coger impulso. Avanzar. Tirar muros. Crecer...
Siempre que me enamoró acabo reduciéndome a cenizas. Siempre cometo el grave error de alzarlos a ellos y bajarme a mí misma. Pero muchas veces es verdad. Lo que sucedió con mi amigo, es que él era bueno, y yo imperfecta.
Soy imperfecta, no es que no sea perfecta, es que soy imperfecta. Siempre me saco el jersey al revés, y siempre dejo los calcetines en el suelo hasta la mañana siguiente. Siempre dejo el bote del champú cerrado y el del gel abierto. Siempre hay pintalabios en todos los bolsos y abrigos. Siempre llevó en el bolso varias pilas gastadas. No me gusta coger la bayeta. No me gusta el final del café. Siempre hago zapping, incluso en las radios musicales. Si llevo tacones, tengo que llevar unas manoletinas en el bolso. Tengo la mesa llena de papeles, y la de casa con pilas de libros amontonados pendientes de acabar de leer. No puedo entrar en una libreria sin comprar un libro, y si lo compró, siempre compro dos. Si salgo nunca salgo a tomar una, y suelo salir a menudo. Nunca consigo ir al cine, porque no puedo ir al cine sola. Escribo siempre para mí, y con miles de comas. Hablo por los codos, aunque para mí esto no sea un problema. Me encanta cantar, aunque canto como el culo. Río a carcajadas, incluso demasiado. Sonrío sin parar. Ando siempre pensando. Sé juegos y cuentos como para dedicarme a una guardería. En cuestiones sentimentales soy un auténtico caos, pero quiero como nadie a mis amigos. No me pierdo una verbena, y me vuelvo loca con una charanga. Sí, lo reconozco, incluso la tuna. Me encanta viajar, mirando por la ventanilla. Leo hasta la letra de los botes de champú. Hay días al año que las tecnologías no son lo mío y todo lo que cae en mi mano acaba estropeado. Nunca he esquiado. Tengo pendiente mi carnet de conducir. Y siempre hago planes que muchas veces se me quedan en nada... Nunca logro dejarme el pelo largo. Y sólo en la boda de Juan conseguí acabar con las medias sin una carrera. Me gusta andar bajo la lluvia e ir en bizi por la ribera aunque haga frío. No puedo vivir sin un rayito de sol, y los días de niebla me apago como un móvil sin bateria. Mis nervios se quedan en las cervicales y muchas veces me quedo sin voz porque me apagó como una vela. No podría vivir sin comprar zapatos. Me encanta la tortilla de patatas y el arroz 3 delicias. Tengo cedés de canciones frikis a mansalva, e incluso me gusta cantar por la Jurado o la Pantoja. La mayoría de las veces no me acuerdo de los chistes. En las montañas rusas como el Dragón Khan siempre me entra la risa en vez de chillar. Me encanta ver pelis de miedo aunque luego me dan cague. Me gustan los anillos grandes. Me dan ganas de vomitar todas las mañanas si es temprano al cepillarme los dientes. Las gafas de sol me suelen poner dolor de cabeza. Muchos días no me leo el periódico. Me gusta contar historias. No soporto las mentiras y menos que me llamen mentirosa. Tengo cantidad de traumas y millones de sueños. Soy arrítmica. No me gusta nada la sopa. Soy negada para los idiomas. Me encantan las casas rurales con mis amigos, la jenga y el chandal. No me gustan los juegos de mesa, salvo el risk y el monopoly. Soy de lavarme la cara como los gatos.  Odio que me toquen con los pies, lo odio.  Me dan dentera las limas.  El olor corporal es un tema muy peliagudo, que odio a quienes lo olvidan.  Creo que hay taxistas muy plastas.  Me gusta que el primer café de la mañana tenga más leche que café. Me gusta mirar a Luna y me gustará mirar a Luchas. Y me da tanto miedo perderme, que aún no me he encontrado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre se encuentra el camino de regreso, aunque te pierdas. Siempre.

Un besito, Princesa!