A María le vendría bien un arquitecto. Que luego nos hiciera casa en Munébrega, en la playa o en Marte.
Le vendría bien un chico que por la mañana hiciera el café, y no colacao como nuestros amigos cuando vamos de excursión al Pirineo.
Le vendría bien un chico que se sentará con ella el domingo por la mañana en la cama y le pidiera que le cantará una canción con la guitarra.
Un chico al que le gustará salir, para que ella siempre estuviera de farra con el Lecha o conmigo.
Un arquitecto que contará chistes, para que las reuniones con los cuñados de su hermano, ya fueran la bomba.
Un chico que hubiera ido de joven a bailes de salón. Que sea un manitas y pueda montar las estanterías del IKEA sin perderse o cambiar la toma de la luz sin tener que recurrir a Ramón el Electricista.
Un chico al que le guste Bisáltico, el futbolín y las jarras de cerveza con limón. Que no se cansé de escuchar nuestras batalllitas.
Un arquitecto, guapo, alto y moreno... y que sí tiene un amigo majo, como él, pues que nos lo presté.
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