En mi jornada de reflexión he estado pensando en volverme neorural. Sí, irme a un pueblo, no al mío claro, ese no cuenta.
Neorural. Dejar las teclas, los plenos y los canutazos e irme a cuidar vacas. A un pueblico con 25 habitantes, y encontrar el amor rollo granjero busca esposa, y tener 3 gallinas que pusieran huevos, y un gato, y un perro de caza, y un gallo, que pa chula yo, y regentar el bar del pueblo, e ir a la panadería a por el pan todas las mañanas en tacones con chandal, y sacar para el baile el vestido de lentejuelas y los domingos hacer paladín a la taza.
Neorural. Fuera de la ciudad, de las rayaduras de cabeza, de los atascos, de llegar tarde, de no ver estrellas, de respirar contaminado, de supermercados, de carne que sabe a plástico, de pan que no es de horno de leña...
Luego he mirado internet, y he visto la película "La ciudad no es para mí".
Y he decidido que seguiré jugando al euromillones.
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