Cosas cómo el color de mis ojos que cambia según el estado de ánimo, según el color de la sombra de ojos o la chaqueta. Me gustaría decir todo lo que se me ocurre cuando estoy en el autobús, cuando veo a la gente pasear, todo lo que me imagino. Me gustaría decirte todo lo que siento cuando paseo, cuando el aire se escurre entre mis cabellos, o cuando siento la taza del primer café de la mañana en mis manos.
Me gustaría decirte que pienso sobre el mundo, sobre lo que merece la pena, y sobre lo que no. Lo que me producen las hipocresías y las mentiras. Los intolerantes. La injusticia.
Me gustaría contar todo lo que me produce una sonrisa, todo lo que me hace reír y todos los sitios donde tengo cosquillas.
Contaría también el nudo que se produce en mi estómago cuando te veo. El que dejó él cuando se fue. O el que se deshizo cuando apareciste.
Te contaría todo lo que me ha hecho crecer, todo lo que me hace sentirme pequeña, y lo que me gustaría volver a dormir abrazada a ese peluche al que ya se le cae la cabeza.
Me volvería loca y escribiría en un folio en blanco todos los párrafos de canciones que me hacen cantar a voz en grito, y esas melodías que alguna vez han hecho erizar mi piel.
Escribiría los nombres de todos los rincones de esta ciudad que me tranquilizan.
Recogería en alguna parte todos los lugares que me gustaría recorrer, a los que iría contigo y a los que no iré nunca.
Me gustaría escribir la sensación que me produce la lluvia, o que la ciudad también vive cuando el cielo está gris o la felicidad que se atrapa con los dedos en una terraza bajo el sol, un café y un libro o una caña y un amigo.
Contaría tantas cosas, hablaría sobre mariposas, sobre sentimientos, sobre sueños, proyectos, olvidos, superaciones, metas, miedos, inseguridades, chistes, amigos, sobre los que se fueron, los que están, estuvieron, o los que vendrán.
Sobre todo ello querría escribir.
Pero desde hace unos días vuelvo a estar atrancada, parada, pero avanzando, y lo peor de todo es que no sé por qué... tal vez porque nunca había sido estado tan tranquila cómo ahora... tal vez porque después de todo, eso sea la felicidad.
1 comentario:
Creo que nos pasamos la vida persiguiendo la felicidad, y que de tan obsesionados que estamos, a veces no nos damos cuenta de que en esos momentos, estamos siendo felices.
Escribe cuando las palabras te salgan, pero no dejes de hacerlo. Porque escribir es un ejercicio de la mente, porque escribir es hablar con uno mismo.
Todas esas cosas de las que has hablado, son las pequeñas cosas que, cuando seamos muy muy mayores, nos permitirán volver la cabeza atrás y poder decir: "Joder, a pesar de todo, yo he sido feliz".
Mil besos, Princesa.
T.
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