Es de Sabina, pero bien podría ser de Antonio Vega. Eso debió pensar él hace cinco años cuando se fue Marga. Su compañera. Su mitad. O su entero. Dicen que fue entonces cuando empezó a apagarse, y cuando tal vez, dejo pasar al enemigo que llevaba dentro, el cáncer.
Los grandes también mueren. Y lamentablemente, arriba también se necesitan genios. La lluvia ahora tal vez nos traiga poemas, o las nubes pasen melodías, o por lo menos, él, el genio, estará de nuevo con ella, con la chica de ayer, tal vez en el sitio de su recreo, dejando de lado la lucha de gigantes, y en una décima de segundo, él la seguirá, ella le seguirá, y recordarán lo mejor de su vida. Tal vez eso. O tal vez no.
Pero lo cierto es que escuchar esos primeros acordes "Dónde nos llevo la imaginación, dónde con los ojos cerrados..." y mi mente se va lejos, a una pradera, bajo un montón de estrellas.
Por los momentos que no vuelven, y por los que se repiten sin parar en nuestros sueños. Por los que están y por los que se van. Por las bienvenidas y por las despedidas. Por aquellos que se marchan sin decir adiós, o por los que entran avasallando. Por las sorpresas, los miedos, los riesgos que se corren, por atreverse, por quedarte.
2 comentarios:
tu pequeño gran homenaje a uno de los grandes...
precioso.
Bienvenida, Princesa.
T.
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