Y es que hay tios, que son como las borrascas y los anticiclones. Cuando menos te lo esperas vuelven a aparecer en el mapa y hacen que tu maleta con sandalias, vestiditos y camisetas de tirantes se quede cerrada y tengas que calzarte un chándal viejo que hay en el armario del veraneo.
Sí, y yo he coleccionado unos cuantos. Porque hay tios que aparecen y desaparecen de tu vida como si fueran pares de zapatos de las rebajas, que los compras encantada, los llevas de maravilla y con todo el cariño a los meses acaban en la basura.
Pues ellos, aparecen, te encariñas, y se van. Sin más. Sin dramas. Sin continuará. Sin luces de neón. Sin nada. Eso sí. Cuando consigues que tu vida siga, que no te acuerdes de ellos más que al ver alguna foto, algún recuerdo, o pensando en lo tonta que fuiste. Cuando ya tienes todo superado. Ellos vuelven.
Pueden haber pasado meses de silencio, pero ellos vuelven. No se suelen quedar. Simplemente rastrean el terreno esperando que ningún macho haya acechado a su hembra. Cuando tú rompes la barrera y vuelves a resquebrajarte, es cuando enganchan el macuto, apagan el móvil y se piran. Y ahí te quedas. Tonta. Gilipollas. Imbécil. Buscando alguna explicación y algún argumento que te convenza de que otra vez no has metido la pata.
Intento pensar, tengo un pequeño lío en la cabeza al que voy a dormir ahora en la almohada, que no me va a pasar lo mismo. Necesito unas cañas con mis chicas.
Y prometo, a Dios pongo por testigo, que intentaré no volver a hacer el capullo. Porque
sino será como volver en el juego de la Oca de la ficha de la muerte al comienzo del tablero.
Pdta: Incluso pido como deseo que todo no vuelva a ser como antes. Pido que no vuelvas a
embarullar mis pensamientos. Pido que no
vuelvas a estar presente en el mar de mis dudas. Pido volver a controlar mi cabeza que siempre anda como loca.
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