Recuerdo perfectamente el momento en que tras la cristalera vi como bajaban del avión. Después, Melchor, mi Rey Mago, me dio un beso en la mejilla derecha y no me quise lavar ese lado de la cara durante semanas.
También en casa una vez vi a Papa Noel. Yo le esperaba tras la esquina del pasillo que iba al salón. Él siempre dejaba los regalos bajo el árbol de la entrada. Y ahí me aposté. No sé cuántas horas estaría, pero lo vi. Lo cuento siempre. Y lo sé. Porque tengo la imagen graba en mi retina. Yo en la esquina y Papa Noel dejando los regalos en el pasillo. Me volví loca. Lo vi marcharse. Y salí de mi escondite.
Y es verdad. Y el que quiera que se lo crea, y el que no, no. Pero yo, lo vi.
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