viernes, 3 de junio de 2011

No sabía con que quedarse. Y andaba como un gato pérdido por los tejados.
No sabía si prefería los hombres que están dos días y se van, o los que nunca están pero siempre están, o los que estuvieron, quieren estar y nunca encuentras.
En ello andaba pensando todo el día. Mientras andaba subida a una nube que quería viajar lejos. Y le llovían los sueños sobre su cabeza, y caían rodando por la tierra. Tenía más miedo al compromiso que a las serpientes que a veces aparecían en sus pesadillas. Y los nudos en la garganta la ahogaban hasta dejarla sin cantar.
Quería escribir una historia que el mundo se creyera, y que él escuchará atentamente y que ella supiera de memoria. Pero lo único que podía hacer era mantener diálogos inventados con él, sin que estuviera. Porque cuando estaba no le salían las palabras. Y no sabía si le dolía más que la olvidará, que la recordará, o lo decepcionada que se sentía por haber pensando que tal vez el mundo tenía razón, y la que se equivocaba era ella. Aunque una vez más, parecía tener razón.

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