Desmontó el árbol de Navidad. Guardo los adornos en sus correspondientes cajas. Y lo metió todo en el armario. Adiós. Hasta el año que viene. O tal vez no...
porque la Rebe in the city tenía un amigo que andaba muy preocupado con eso de que los pájaros del mundo se estaban muriendo.
Decía su amigo y su otra amiga, que el fin del mundo andaba cerca. Y que si no te pillaba bailando pues te pillará dándole sin parar. Por eso en aquel viaje en autobús él se dedicó a contarle que si en ese mismo momento un pájaro caía delante de él, se pondría a follarse al autobús entero hasta que el mundo finalizara.
La otra andaba más a su rollo... pensaba si era lógico que su suegro fuera quien le revisara los bajos y le atendiera como ginécologo.
Y luego estaba ella, su mejor amiga de menos de tres años, que tras varios abrazos desinteresados, la miro muy seria y le dijo, hoy, tú me vas a comprar el huevo kinder. A cambio le había regalado una moneda de un euro de chocolate que valía seis céntimos.
Tenía unos amigos maravillosos.
Tan maravillosos como los deseos que había recogido en su árbol y que había guardado en una caja estrellada.
Y en todos algo en común, un deseo universal de ser felices, y también, de ser queridos. O acaso ambas cosas son lo mismo...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario