Se lenvató cansada, acurrucada en la cama.
Las sábanas estaban hechas un ovillo junto a ella.
Y al otro lado no había nada.
La Rebe miró a la ventana. Fuera seguía todo igual. Hoy llovía.
Y pensó que tal vez, si una gota le caía justo en la frente, en el momento en que lo deseará con mucha fuerza, podría hacerse tan pequeña, tan pequeña, tan pequeña, que nadie la viera.
Y así, sola, acompaña, en el vacío, o llena de vida, habría atravesado nadando los charcos hasta llegar a él.
Cansada.
Cansada y sin saber bien ni lo que era, ni lo que quería ser.
La Rebe in the city, salió de nuevo a la calle. Un día más. Arrastrando sueños que no lograba cumplir, proyectos que se acababan, y ganas que no le quedaban.
Ya no sabía si era tan perfecto.
Ni siquiera sabía, si ella, con una gota de agua en la frente, no se podría ahogar.
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