A la Rebe in the city le dolía el corazón.
O el vacío que quedaba en él.
Las nubes grises del cielo habían bajado hasta su cabeza, y lo habían encapotado todo.
Echaban mucho de menos, al heavy del corazón valiente, que les había dejado un trozo del suyo y se había llevado un trozo del de ellos.
Los echaba de menos a ellos.
Y echaba de menos el calor, frente al frío solitario.
Estaba cansada de ser angular, piedra, sostén... y pensaba que a veces, su corazón de piedra también necesitaba que le colocarán una gasa de seda y lo colocarán sobre un colchón.
Ella no era así. Pero se cansaba de ir de dura por la vida.
Le gustaba salir al balcón y guiñarle un ojo a la luna, aunque esta, a veces, no le respondiera.
Quería salir corriendo, aunque no tuviera un lugar al que ir. Andaba bajo la lluvia, porque así, no se notaba que de sus ojos caían las lágrimas.
Suspiraba. Suspiraba. Suspiraba. Para notar como el aire entraba por su cuerpo, y volvía a sentirse viva.
Y te echaba de menos. Te echa tanto de menos, que a menudo, no puede soportarlo.
Y sigue echándote de menos. Pase el tiempo que pase.
Todo lo que la rodeaba le parecía de mentira. EL escenario de su serie sin final, sin sentido.
Reía. Pero no sabía a veces por qué. Y quería decir tantas cosas, que le faltaban las palabras. Y tenía tanto sueño, que se había cansado de soñar. Y estaba tan cansada, que los sueños se le habían esfumado de la memoria.
Y de este modo, se perdía en un ir y venir, marcharse, volver, llegar, esperar, abandonar, acertar, errar, desafiar... pensó, que tal vez, lo que necesitaba era comprarse un diccionario de sinónimos y antónimos...
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