martes, 30 de diciembre de 2014

Es la última vez que apareces en este blog. De mi vida costara un poco más, pero poco.
Porque creo que seis meses es tiempo suficiente. No es que creyera que ibas a aparecer una mañana corriendo ante mi puerta, pidiendo perdón, llorando... Nada de eso. Pero creía que si era cierto que al menos, habíamos sido amigos, reaparecerías. 
Volverías diciendo que la cagaste. Y que me merezco un perdón, un lo siento, y un abrazo.
Ahora la decepción es mayor que cualquier otro sentimiento. Estuve a punto de confesarte cosas que nunca he contado a nadie y que me arañaban... Estuve a punto de dejar que se cayeran mis miedos... Estuve a punto de dejar que me quisieran... Estuve a punto de arriesgarme y vivir...
Y no me duelen los a punto, ni los estuve, me duele saber, ahora, que no los merecías. Porque en cuanto me di la vuelta saliste corriendo. Todas las espirales que yo recorrí por ti, todos los laberintos de los que yo te ayude a salir, se esfumaron como si nada.
Todos los fantasmas que espante por ti y para ti, todas las cicatrices que cure, todas las heridas que me auto infligí quedaron en nada.
Y ahora, de verdad, solo puedo darte las gracias. Gracias por demostrarme que no era un alma de hierro. Por darme cuenta de que necesitaba solucionar mis problemas en lugar de resolver los de los demás. Gracias por las fuerzas y el empujón. Gracias por hacer que me encontrara conmigo. Y gracias por demostrarme que nunca fuimos amigos, que tal vez, fui un negocio o un capricho. Y gracias por desaparecer de mi vida. Gracias. Te digo todo esto no para que lo leas, sino para sacarlo de mi mente. Ya no aparecerás aquí. Serás un buen recuerdo de 2014... De que aún sigo viva, pese a la oscuridad. Gracias, de corazón.

No hay comentarios: