Temo que las púas me puedan causar algún tipo de daño interno.
Que el corazón, casi oxidado, no pueda volver a caminar.
Mis sueños, rotos por el paso del tiempo, no podrán volver a pegarse.
Y tus cartas siguen llegando. Y las mías te llegarán cuando no estés.
Cartas que viajan vacías a través de los días y cosas que te contaría y no me atrevo a pronunciar.
Sin ti carecen de sentido.
Agitas mis adentros y te los sirves como un bloody marie. O un sex on the beach. No entiendo los nombres de las bebidas.
Das un trago, pero no lo apuras, dejas el vaso sobre la mesa. Y mis nervios se desploman sobre el colchón mientras te espero.
O tal vez espero a nadie.
Tú corres hacía atrás y yo intento avanzar.
Primero deberíamos ponernos de acuerdo en la dirección, en el momento y el lugar. El ritmo daría igual. Siempre te arrastró hacia arriba y tú me llevas hacia abajo. El agua nos mueve. Nos mece. A la deriva.
Hincaría mis dientes en tus brazos y en tus piernas. Recorrería una a una todas tus heridas. Saborearía el color de tu boca como si fuera el pincel sobre el lienzo.
Y en la tregua de esta batalla sentimental lanzaría mis miedos al aire para que los recogieras. El miedo es amor. Y el amor es miedo. Y yo sigo, aquí, temblando...
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