domingo, 28 de octubre de 2012

Una calculadora con calendario

A veces piensa en qué se equivocó, o en qué se equivoca... porque ve una cosa, piensa otra, oye otra y siente otra.  Cuatro cosas.  Como estaciones en el calendario.  Tal vez deba dividir sus sentimientos.  De ese modo en invierno sentiría odio, en primavera cariño, en verano toda la alegría del mundo y en otoño intentaría buscar la calma y la paz.  Así, a bote pronto, es lo que se le ocurre.  Piensa también que todo este entuerto pueda deberse a que nunca se le dieron bien las matemáticas.  Tal vez si hubiera hecho caso a aquella profesora que iba a casa, habría aprendido a hacer bien las ecuaciones, los logaritmos y las raíces cuadradas.  Si supiera podría despejar la incógnita... saber qué pinta en tu vida, si es que pinta algo.  Saber si debe encerrar sus sentimientos bajo llave y arrancar las hojas del calendario para que llegue pronto una nueva primavera.  El error debió ser ése... buscará por el viejo armario a ver si aparece la calculadora del instituto.  En ella escribió un corazón con otras iniciales, pero podría ayudarla a despejar las ecuaciones.

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