jueves, 8 de marzo de 2012


Qué bien se respira cuando se respira tranquila, pensó.
Cogió todo el aire que pudo y cuando ya no le quedaban fuerzas lo soltó.
Recorrió a toda velocidad la distancia que la había aislado, pero se dio cuenta de que el tiempo que se ha perdido no se puede recuperar.
Se sentía lejos, cómo a años luz, y en esos dos meses en los que se había escondido, el presente había avanzado hasta convertirse en pasado.
El miedo se le clavó y se instaló junto a ella, como una cicatriz.
El alivio hizo que las lágrimas asomarán a su mirada.
Tembló.
Sintió frío y se estremeció.
Había entregado tanto de sí, que se había quedado vacía.
Siguió andando. Dejó de estar quieta. Avanzó, y saltó, creyó que podía recorrer el horizonte y recuperarlo todo.

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