viernes, 26 de agosto de 2011

La vida era un trasiego. Un paseo a veces inusual. Y en esas andaba la rebe in the city... Pensando en las probabilidades que habia de que todas fueran felices a la vez. Podían ser tantas como notas musicales se movían en un mismo segundo por el aire. Podían ser tan pocas como las probabilidades de que un viernes te acostarás sabiendo que te habia tocado el euromillón. Mientras hacia sus cálculos, paseaba y se enteraba de que una amiga habia dejado a su amigo por que necesitaba a alguien a su lado que compartiera su vida religosa. Eso significaba que debía de dejar de pensar en los capullos que buscan chicas de autofotos para buscar a un escritor bucólico que interpretara los chistes. No creía que existiera ni que funcionase. Mientras su corazón se encogía cada vez menos. Y aquel último golpe que el caballero Rasputín habia intentado darle había fallado. Le había dolido más el orgullo que el corazón. Y eso a lo único que se asemejaba de romance era a un golpe en el amor propio. A su vez sufría por la rubia que no sabía muy bien donde acababa ahora el suelo y empezaba el cielo. Le habían dado tiempo y lo llenaba diciendo qie estaba bien, sonreía aunque fuera mentira. Y su mente se llenaba pensando en hacer añicos una vajilla. Otra iba y venía intentando cerrar puertas que siempre se quedan abiertas, o al menos entornadas. La gurú habia recogido su corazón roto y lo habia pegado. Marcho a la playa y allí se encontró con que a veces los hombres que no saben o no pueden decir te quiero, sí saben llorar. Y ella que lo único que sabía era caer, pegar los pedazos y levantarse, cada vez veía más díficil que alguién la quisiera. Se habia cansado ya de mentirosos, cobardes, inseguros y egoístas. Luchaba por no ser así, por ser feliz y alguna noche hasta por tocar la luna...

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