lunes, 1 de agosto de 2011

Creyó que por fín podía decir oficialmente que no había nadie.
Que la habían dejado sola.
Lo supo cuando comprobó que en el buzón no había más que facturas. Que en el correo electrónico no había rastro de ti. Que habías pérdido su teléfono y que ni siquiera le habías mandado un mal chiste el día de su cumpleaños.
Si alguien que ha compartido contigo un período de vida, no te felicita, se puede decir que ya finalmente todo ha acabado.
Ella suponía que sí. Y por eso, creía que sentía ese vacío con el que se había despertado en la última mañana.
En el sueño desterrado, había dejado una margarita, un saco de dormir, y un ligero temblor.
Si tuviera tiempo se compraría un obón, y tocaría serenatas tristes a la luz de una vela. Pero como carecía de oído, se dedicaba a escribir textos absurdos para intentar explicar lo que sentía cuando el otro él se marchó sin más.
Recorría el mundo saltando de baldosa en baldosa para no pisar los momentos que quedan en suspenso en el aire, y lo único que sabía era pelear. Pero creía, que estaba cansada.
Habría querido salir corriendo, no por el mero hecho de correr, ni por huir, sino por sentirse libre. Sin embargo, algo más fuerte que ella misma la ataba y no conseguía saber que era.
Tan sólo quería ponerse delante de otro él y decirle ¿por qué ya no me quieres?.
Tenía que asimilar que no siempre se gana, y que tampoco se pierde. Hay veces que no suceden ninguna de las dos cosas, tan sólo que el tiempo se posa sobre las cosas y hace que todo quede quieto. Que las vidas avancen, mientras que ella se paralizaba.
Tan sólo le gustaría coger a otro él y retarle a un duelo. Beberían chupitos hasta el amanecer, y ella le preguntaría una a una todas las dudas que tenía. Desde donde empieza el mundo, donde acaba el cielo, cuánto quema el sol, si en la luna viven elfos negros, si alguna vez la quiso o si sólo la utilizo cuando a él nadie lo quería.

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