sábado, 23 de abril de 2011

La eternidad


La Rebe in the city había olvidado lo que era.
Y eso, generalmente, suele ser un problema.
Pero un 23 de Abril, día del libro, de Aragón y de los jorges universales, había recuperado el rumbo.
No sabía si había sido caminando bajo la música, con un bizcocho bajo el brazo, por la Plaza del Pilar, en una mañana solitaria de un día festivo. O si había sido caminando por los jardines presidenciales con una mujer sabia. O tomando un vermú con gente que tiene algo que contar, y que sonríe. O tal vez, simplemente, había sido así sin más.
Se le había olvidado que ella, ella, era una princesa. Que jugaba en otra liga. Que era fantástica. Sensacional. Y que tenía miles de cosas que contar, que ofrecer, y que sobre todo, merecía que le contarán cosas y que le ofrecieran más.
Se le había olvidado que con los tacones podía ser inacabable. Que sin embargo, la vida no se acababa si tú no estabas. Y comprendió, que la vida se le estaba acabando porque ella no estaba.
Se había empeñazo en sentirse vacía, aún cuando no lo estaba.
Se le había caído el disfraz que se había colocado y se dió cuenta de que quería gritar todo lo que había callado. Y que tal vez, no te necesitaba, o que te necesitaba. Pero lo cierto, es que podía gritarlo. A los cuatro vientos. No te enterarías, y a ella, lo cierto, es que tal vez, le diera igual.
No iba a estar sentada esperando. Se había quedado quieta. Había tenido miedo. Se había callado. Había pérdido todo lo que tenía. Hasta que un día abrió los ojos.
Todo lo que antes había servido para creerte, para quererte, ahora servía para dejar de hacerlo. Y aunque doliera, sabía, que todo seguiría hacía adelante.
Gritar. Con fuerza. Se había dado cuenta de que se había secado hasta quedarse sin una gota por dentro. Y entonces, alguién la roció una mañana. Le tendió una toalla y le dijo, adelante.
Ella se levantó. Tiró la toalla, y se tiró a la piscina.
Porque una princesa necesita algo más. Y porque alguién especial, necesita algo especial. Y da igual que venga envuelto en papel de albal o en seda. Lo único que quiere es que la quieran, y que la eternidad sea que quién desayune con ella, también lo quiera.

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