Le regalaron una libreta y dedicaba los días a escribir historias. Escribía sobre sueños rotos, inalcanzables o usados. Sobre chicas que querían a caballeros andantes. Sobre lobos solitarios que esperaban en las barras de los bares. Sobre payasos que lloraban y que habían olvidado reír.
Escribía sobre canciones pasadas de moda. Sobre tiempos en los que el hambre era la protagonista en la mesa. Sobre miedos y soledades. Sobre valientes que luchaban en las sombras.
Escribía sobre amores imposibles. Sobre corazones rotos y sobre besos eternos. Sobre chicos que bailaban bajo la luz de la luna. Sobre cartas de amor.
Escribía sobre cuentos interminables. Sobre historias terminadas. Sobre sentimientos vacíos y aletargados. Sobre mariposas suicidas. Sobre amores olvidados.
Escribía sobre las olas, el mar encrespado, las gotas de lluvia y la luz de la luna. Sobre verdades a medias y mentiras encontradas. Sobre tangos inacabados y pasodobles enfrentados.
Escribía sobre temores prohibidos y valores incendiados. Sobre carreras a otros planetas. Sobre estrellas que caían del cielo.
Escribía sobre corazones partíos. Sobre abrazos invencibles. Sobre deseos prohibidos. Sobre luchas ensangrentadas, miradas a medias, y caricias reencontradas.
Escribía al dictado de su corazón. Y nunca se le acababan las fuerzas, ni las palabras...
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