Ni una lágrima derramó. Porque ni eso merecías. Pero mentía cuando a veces explicaba que le daba igual. No era así. Y el corazón rocoso, temblaba. Era escasas veces. Pero lo hacia. Tal vez para que ella recordara que existía. Si ella estuviera, la abrazaría. Y los problemas, los miedos correrían a esconderse en aquel lugar del que no habia salida. Ella mientras, solo luchaba por seguir en pie.
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